El documental y la opción por el futuro

Ponencia para el Primer Encuentro Nacional del Movimiento de Documentalistas

¿Para qué hacer documentales? ¿Para qué nuclearse, organizarse, relacionarse, expandirse y crecer? ¿Será para crear una institución corporativa, o el complemento de un proyecto político partidario, o el apéndice de una organización sindical, o una asociación subordinada a la administración estatal o gubernamental? No.
En primer lugar, es imprescindible hacer caracterizaciones precisas. Caracterizar al estado argentino, algunas veces dependiente y casi siempre semicolonial, como un estado en proceso irreversible de transformación en un estado colonial (sui generis, porque la metrópolis imperial no realiza una anexión territorial plena, no utiliza un ejército propio de ocupación y no impone sus símbolos imperiales a la nueva colonia, todos estos aspectos secundarios).
En segundo lugar, es necesario empezar a definir la cuestión del rol de los partidos políticos enfrentados por el poder en el seno de un estado colonial y determinar el rol de los sindicatos, maniatados por la superestructura jurídica a un estado colonial.
Se trata también de caracterizar a todas las instituciones del estado como correas de transmisión de la estructura colonial en el seno de una sociedad que todavía no termina de asimilar su transformación en “súbditos de ultramar”. Los empresarios se transformaron en socios menores de las empresas imperiales, los funcionarios se convirtieron en gerentes regionales, las fuerzas armadas en gendarmes cipayos para mantener el orden colonial y los partidos políticos en plataforma de lanzamiento para la carrera de administrador colonial.
En este marco, la única salida sería el surgimiento de un movimiento de liberación nacional que sólo podría ser liderado por los explotados, los oprimidos y los excluidos.
¿Qué hacer mientras tanto? Mantenerse independiente de todas las opciones sujetas a las reglas del poder económico y político colonial; escaparle a las declamaciones sobre la toma del poder del estado; trabajar con la mirada puesta en las bases y no en los medios, porque los medios sirven estructuralmente al aparato de control colonial; rechazar las concepciones eurocéntricas e imperiales, no sólo en el discurso, sino en la opciones concretas del lenguaje y la comunicación; repudiar los autoritarismos teóricos y metodológicos, porque provienen de la soberbia imperial contagiada a los opositores funcionales al sistema; negarse a generar golpes de efecto y a planificar provocaciones, porque el trabajo por delante no deja lugar para peligros gratuitos; no dejarse enceguecer por los fuegos de artificio generados por los burócratas sindicales, y menos aún por los que se dicen progresistas o aún clasistas, porque las limosnas que se aceptan del estado se transforman en cadenas al yugo colonial. Establecer, por último, prioridades estratégicas sin perderse en la niebla de lo inmediato, porque las coyunturas, la mayoría de las veces, son manipuladas por el poder y sus sirvientes en las organizaciones y en los medios.
Y mantenerse en los marcos de una política cultural independiente, ya que “en la medida en que el dominio imperialista es la negación del proceso histórico de la sociedad dominada, también ha de ser por fuerza la negación de su proceso cultural. Por ello, y porque toda sociedad que se libera verdaderamente del yugo imperial reemprende las rutas ascendentes de su propia cultura, la lucha por la liberación es, ante todo, un acto cultural”, decía Amilcar Cabral en plena guerra de liberación de Guinea y Cabo Verde.
En fin, apostar a construir un movimiento documental con los ojos puestos en el futuro. Si el movimiento de liberación surge, estaremos allí; si no surge, al menos no habremos trabajado para el enemigo.