Apuntes para una autobiografía

por Miguel Mirra

- 19 de Julio de 1950: Nací en Lanús Oeste, Gran Buenos Aires, en la casa de mis abuelos, donde vivían mis padres.
-1955 - Bajamos del tranvía y llegamos con mi madre y mi hermanito a nuestra casa (que todavía estaba en construcción). Estaba la bicicleta de mi papá, pero él no estaba. La vecina salió llorando y dijo que un compañero de la fábrica Siam donde trabajada llevó la bici y le dijo que mi papá estaba preso. Toda la tarde y toda la noche lo buscamos hasta que lo encontramos en una comisaría. Lo vi. Estaba con la jardinera de trabajo. Había sido la libertadora. No me acuerdo bien, pero en esos días vi fotos en un diario con gente muerta. Tuve pesadillas mucho tiempo con esas fotos.
-1955 - 60 - Una época triste. La epidemia de polio. Mi vieja no nos dejaba salir a la calle por miedo. En la cuadra de mi casa hacían cinchadas entre carros con un caballo de cada lado, a los que le daban latigazos hasta que uno tiraba más y el otro, agotado, caía y era arrastrado por la tierra. Para la fecha de San Pedro y San Pablo hacíamos la "fogarata".
- 1970 - Hasta comienzos de los 70, nada. El secundario anodino, la primera novia; atado a la ideología y costumbres familiares del pasado y a la abulia de un barrio cada vez más cuantapropista. Al menos aprendí el oficio de mecánico de máquinarias en el taller de mi viejo.
- 1972 - Fui a Córdoba a hacer mi servicio militar, como paracaidista. Allí comenzó otra vida. Conocí a Tony Moses y un grupo de compañeros "conscriptos" con los que formamos un comité de soldados, obviamente clandestino. Las movilizaciones contra la dictadura eran crecientes, y allí acordamos que nunca dispararíamos contra el pueblo. Y cumplimos. Allí también conocí a una jovencísima estudiante de psicología, que años después sería la madre de mis primeros hijos: Leandro (muerto muy chiquito) y Emiliano, que vive y estudia en Córdoba.
- 1973 - Me sumé a las filas de la izquierda de la mano de Tony, y comencé a trabajar en una fábrica metalúrgica como mecánico de mantenimiento, y también empecé la militancia activa. Poco tiempo después Tony fue asesinado por un grupo parapolicial en la llamada "masacre de Pacheco".
- 1976 - El golpe me encontró en La Plata, donce fui a reemplazar a compañeros que habían caído. Como tenía un oficio muy requerido, enseguida entré a trabajar en la Petroquímica. Mi tarea de militancia era la atención de los familiares de los compañeros presos del Astillero Río Santiago. Pero la situación era terrible. Empezaron a desaparecer compañeros de Berisso y Ensenada. Una noche llegué a una reunión en una casa de un barrio de La Plata y a cincuenta metros ví cuando se llevaban de allí a cuatro compañeros que nunca más aparecieron. Y no mucho tiempo después me detectaron. Cuando iba a bajar del colectivo, los ví enfrente de mi casa, y seguí viaje. Después me enteré que efectivamente era a mí a quién buscaban, porque la casa fue destrozada. Así que volví a Buenos Aires
- 1979 - Mi hermano, delegado de base de la Chrysler de Monte Chingolo, fue masacrado por parapoliciales junto a su compañera. Al poco tiempo, perdí contacto con mis compañeros y quedé aislado, así que decidí dar un paso al costado, agotado.
Entonces conseguí una changa (trabajo informal), me refugié en una casa segura en Lanús y dediqué mis horas a la lectura y al estudio. Tenía muchas ideas confusas en la cabeza y necesitaba aclararlas.
- 1981 - En una librería de usados de avenida Corrientes encontré "La colonización cultural de América" de Adolfo Colombres.
- 1982 - Otra vez mi vida empezaba a dar un vuelco. Comencé a estudiar cine en la Escuela de Avellaneda, una isla. Casi por casualidad conocí un lugar llamado Cehass (Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales Sudamericacanos), y allí a Guillermo Magrassi, a Eulogio Frites y al mismísimo Adolfo Colombres. Leí a Kush, encontré a Preloran. Me acerqué a colaborar con el Centro Colla y tomé decidido partido por la causa indígena.
- 1983 - El país salió de la dictadura y entró en la democracia formal.

Estos apuntes fueron escritos a comienzos de los noventa. Hoy habría que agregar que a poco de andar por la democracia que nos tocó, o que supimos conseguir, conocí a mi compañera de vida, de trabajo, de aventuras, de viajes y realizaciones. Con ella hicimos juntos un largo camino, un hijo y una hija -Andrés y Lucía- y decenas de proyectos, algunos de los cuáles todavía no concretamos. Pero ya lo haremos. Al igual que infindad de compañaros y compañeras, todavía no hemos dicho la última palabra.