Apuntes para una autobiografía

por Miguel Mirra

- 19 de Julio de 1950: Nací en Lanús Oeste, Gran Buenos Aires, en la casa de mis abuelos, donde vivían mis padres.
-1955 - Bajamos del tranvía y llegamos con mi madre y mi hermanito a nuestra casa (que todavía estaba en construcción). Estaba la bicicleta de mi papá, pero él no estaba. La vecina salió llorando y dijo que un compañero de la fábrica Siam donde trabajada llevó la bici y le dijo que mi papá estaba preso. Toda la tarde y toda la noche lo buscamos hasta que lo encontramos en una comisaría. Lo vi. Estaba con la jardinera de trabajo. Había sido la libertadora. No me acuerdo bien, pero en esos días vi fotos en un diario con gente muerta. Tuve pesadillas mucho tiempo con esas fotos.
-1955 - 60 - Una época triste. La epidemia de polio. Mi vieja no nos dejaba salir a la calle por miedo. En la cuadra de mi casa hacían cinchadas entre carros con un caballo de cada lado, a los que le daban latigazos hasta que uno tiraba más y el otro, agotado, caía y era arrastrado por la tierra. Para la fecha de San Pedro y San Pablo hacíamos la "fogarata".
- 1970 - Hasta comienzos de los 70, nada. El secundario anodino, la primera novia; atado a la ideología y costumbres familiares del pasado y a la abulia de un barrio cada vez más cuantapropista. Al menos aprendí el oficio de mecánico de máquinarias en el taller de mi viejo.
- 1972 - Fui a Córdoba a hacer mi servicio militar, como paracaidista. Allí comenzó otra vida. Conocí a Tony Moses y un grupo de compañeros "conscriptos" con los que formamos un comité de soldados, obviamente clandestino. Las movilizaciones contra la dictadura eran crecientes, y allí acordamos que nunca dispararíamos contra el pueblo. Y cumplimos. Allí también conocí a una jovencísima estudiante de psicología, que años después sería la madre de mis primeros hijos: Leandro (muerto muy chiquito) y Emiliano, que vive y estudia en Córdoba.
- 1973 - Me sumé a las filas de la izquierda de la mano de Tony, y comencé a trabajar en una fábrica metalúrgica como mecánico de mantenimiento, y también empecé la militancia activa. Poco tiempo después Tony fue asesinado por un grupo parapolicial en la llamada "masacre de Pacheco".
- 1976 - El golpe me encontró en La Plata, donce fui a reemplazar a compañeros que habían caído. Como tenía un oficio muy requerido, enseguida entré a trabajar en la Petroquímica. Mi tarea de militancia era la atención de los familiares de los compañeros presos del Astillero Río Santiago. Pero la situación era terrible. Empezaron a desaparecer compañeros de Berisso y Ensenada. Una noche llegué a una reunión en una casa de un barrio de La Plata y a cincuenta metros ví cuando se llevaban de allí a cuatro compañeros que nunca más aparecieron. Y no mucho tiempo después me detectaron. Cuando iba a bajar del colectivo, los ví enfrente de mi casa, y seguí viaje. Después me enteré que efectivamente era a mí a quién buscaban, porque la casa fue destrozada. Así que volví a Buenos Aires
- 1979 - Mi hermano, delegado de base de la Chrysler de Monte Chingolo, fue masacrado por parapoliciales junto a su compañera. Al poco tiempo, perdí contacto con mis compañeros y quedé aislado, así que decidí dar un paso al costado, agotado.
Entonces conseguí una changa (trabajo informal), me refugié en una casa segura en Lanús y dediqué mis horas a la lectura y al estudio. Tenía muchas ideas confusas en la cabeza y necesitaba aclararlas.
- 1981 - En una librería de usados de avenida Corrientes encontré "La colonización cultural de América" de Adolfo Colombres.
- 1982 - Otra vez mi vida empezaba a dar un vuelco. Comencé a estudiar cine en la Escuela de Avellaneda, una isla. Casi por casualidad conocí un lugar llamado Cehass (Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales Sudamericacanos), y allí a Guillermo Magrassi, a Eulogio Frites y al mismísimo Adolfo Colombres. Leí a Kush, encontré a Preloran. Me acerqué a colaborar con el Centro Colla y tomé decidido partido por la causa indígena.
- 1983 - El país salió de la dictadura y entró en la democracia formal.

Estos apuntes fueron escritos a comienzos de los noventa. Hoy habría que agregar que a poco de andar por la democracia que nos tocó, o que supimos conseguir, conocí a mi compañera de vida, de trabajo, de aventuras, de viajes y realizaciones. Con ella hicimos juntos un largo camino, un hijo y una hija -Andrés y Lucía- y decenas de proyectos, algunos de los cuáles todavía no concretamos. Pero ya lo haremos. Al igual que infindad de compañaros y compañeras, todavía no hemos dicho la última palabra.

El documental y la opción por el futuro

Ponencia para el Primer Encuentro Nacional del Movimiento de Documentalistas

¿Para qué hacer documentales? ¿Para qué nuclearse, organizarse, relacionarse, expandirse y crecer? ¿Será para crear una institución corporativa, o el complemento de un proyecto político partidario, o el apéndice de una organización sindical, o una asociación subordinada a la administración estatal o gubernamental? No.
En primer lugar, es imprescindible hacer caracterizaciones precisas. Caracterizar al estado argentino, algunas veces dependiente y casi siempre semicolonial, como un estado en proceso irreversible de transformación en un estado colonial (sui generis, porque la metrópolis imperial no realiza una anexión territorial plena, no utiliza un ejército propio de ocupación y no impone sus símbolos imperiales a la nueva colonia, todos estos aspectos secundarios).
En segundo lugar, es necesario empezar a definir la cuestión del rol de los partidos políticos enfrentados por el poder en el seno de un estado colonial y determinar el rol de los sindicatos, maniatados por la superestructura jurídica a un estado colonial.
Se trata también de caracterizar a todas las instituciones del estado como correas de transmisión de la estructura colonial en el seno de una sociedad que todavía no termina de asimilar su transformación en “súbditos de ultramar”. Los empresarios se transformaron en socios menores de las empresas imperiales, los funcionarios se convirtieron en gerentes regionales, las fuerzas armadas en gendarmes cipayos para mantener el orden colonial y los partidos políticos en plataforma de lanzamiento para la carrera de administrador colonial.
En este marco, la única salida sería el surgimiento de un movimiento de liberación nacional que sólo podría ser liderado por los explotados, los oprimidos y los excluidos.
¿Qué hacer mientras tanto? Mantenerse independiente de todas las opciones sujetas a las reglas del poder económico y político colonial; escaparle a las declamaciones sobre la toma del poder del estado; trabajar con la mirada puesta en las bases y no en los medios, porque los medios sirven estructuralmente al aparato de control colonial; rechazar las concepciones eurocéntricas e imperiales, no sólo en el discurso, sino en la opciones concretas del lenguaje y la comunicación; repudiar los autoritarismos teóricos y metodológicos, porque provienen de la soberbia imperial contagiada a los opositores funcionales al sistema; negarse a generar golpes de efecto y a planificar provocaciones, porque el trabajo por delante no deja lugar para peligros gratuitos; no dejarse enceguecer por los fuegos de artificio generados por los burócratas sindicales, y menos aún por los que se dicen progresistas o aún clasistas, porque las limosnas que se aceptan del estado se transforman en cadenas al yugo colonial. Establecer, por último, prioridades estratégicas sin perderse en la niebla de lo inmediato, porque las coyunturas, la mayoría de las veces, son manipuladas por el poder y sus sirvientes en las organizaciones y en los medios.
Y mantenerse en los marcos de una política cultural independiente, ya que “en la medida en que el dominio imperialista es la negación del proceso histórico de la sociedad dominada, también ha de ser por fuerza la negación de su proceso cultural. Por ello, y porque toda sociedad que se libera verdaderamente del yugo imperial reemprende las rutas ascendentes de su propia cultura, la lucha por la liberación es, ante todo, un acto cultural”, decía Amilcar Cabral en plena guerra de liberación de Guinea y Cabo Verde.
En fin, apostar a construir un movimiento documental con los ojos puestos en el futuro. Si el movimiento de liberación surge, estaremos allí; si no surge, al menos no habremos trabajado para el enemigo.

Gastando suela

En el año 1996, el documental era mala palabra entre los que perseguían con ahínco una nota individual en la página de espectáculos. Todavía no se vendía merca cinematográfica. Los mercenarios estaban en otra parte y aspiraban a triunfar en Cannes. Esa era la época, también, en que aparecían la resistencia popular y los fogoneros de Cutral Co; y no parece casual que la historia del Movimiento de Documentalistas se remonte a ese 1996, cuando organizamos el primer Encuentro de Documentalistas.
Hoy, en medio del éxito indiscutible del primer Festival Internacional Tres Continentes del Documental, nos parecen lejanos aquellos años en que nos vimos sitiados por miserias y mezquindades; sin embargo, no nos engañamos: esas miserias siguen allí con otros nombres y otros rostros, y también con los mismos. Antes se vestían de menosprecio, de descalificación, de zancadilla oportunista; casi igual que ahora. Es que los burócratas todavía siguen en sus sillones y, en medio de la crisis, se les suman otros nuevos hambrientos de subsidios y prebendas. La losa burocrática está en todas partes, no sólo en los sindicatos. Está en las instituciones y organismos de la comunicación, la educación, la cultura y en el estado transformado en administración colonial.
Y los burócratas quisieron encaramarse también sobre nosotros, los documentalistas.
Pero la derrota que sufrieron fue importante. La organización, la movilización y la repercusión obtenida por el Foro, la Muestra Fotográfica y el Festival Internacional demuestra que no es necesario arrodillarse ante el poder de los funcionarios en busca de migajas. Demuestra que un documentalismo independiente es posible. Seguramente, alguien con malas o buenas intenciones nos sugerirá que apoyados en el éxito obtenido podremos ahora reclamar apoyo oficial con mejores argumentos y podrá decir que con apoyo oficial el Festival saldría mejor.
Nada más alejado de la verdad.
Gran parte del éxito del Festival se debió a que fue realizado, y percibido así por los realizadores y el público, independientemente del estado. Esto es: no rozado por sospechas de corrupción, malversación, cohecho, peculado y demás figuras penales. Tampoco tocado por clientelismo, manipulación de la información y tráfico de influencias. Resolvimos estar muy lejos de recorrer pasillos y despachos, de palmear burócratas y funcionarios y debatir horas cómo mendigar con eficacia; y esa fue una gran decisión. Y nos felicitamos por eso. El gran logro de nuestra actividad está allí: la concretamos sin doblegamos ante el peso de los aparatos. Lo hicimos desde abajo, solidariamente, dignamente.
¿Saben qué? Creo que tiene asidero el dicho popular: Dime con quién andas y te diré quien eres. Nosotros preferimos andar lejos de los trepadores que se gastan el fundillo de los pantalones revolviéndose en los sillones del poder. Preferimos andar cerca del suelo con nuestros compañeros y caminar la vida gastando suela.

Informe sobre documental...

...y globalización.

La globalización cada vez más valoriza la digitalización frente a la analogía y cada vez más tiende a desvalorizar el afecto cotidiano de los hombres hacia su lugar, a romper los lazos de pertenencia y a desvincularlo de la naturaleza que lo rodea a partir de un permanente empobrecimiento de las imágenes representativas y su reemplazo por imágenes artificiales generadas por las computadoras. En esa visión, el hombre no pertenece a un lugar concreto sino al mundo globalizado; un mundo tan vasto, confuso, lejano y sobre todo tan ajeno que lleva al hombre a extrañarse de su propio mundo y de sí mismo para ir a pertenecer a un gran universo que no lo reconoce más que como una serie de códigos sin carne y sin alma. Al mismo tiempo, trata de imponer una visión del hombre como esencialmente la de un consumidor (hombre que ya no pertenece al pueblo, sino que forma parte del público, es decir como un objeto de los procesos productivos y de la historia misma, y no como un productor, es decir como un protagonista. El valor del trabajo humano como trabajo productivo en relación con la naturaleza (sea un campo, una mina o el mar) está enmascarado, escondido o desvalorizado, ya que en ese mundo todo parece resolverse con la aplicación de microchips, módulos y memorias, como si la pala, el pico, las tenazas, la sierra o la red del pescador hubiesen mágicamente dejado de existir. Más desvalorizadas aún están las particularidades regionales, nacionales y locales que hacen de la diversidad de las formas productivas concretas del trabajo formas de cultura propia para cada lugar, sea este lugar un país, una paraje una ciudad o un caserío.
Seguramente algún aspecto de esta globalización puede ser beneficioso. Por ejemplo, el conocimiento de algún programa de planificación en la rotación de los cultivos realizado en el otro confín del mundo puede servirle a un productor de la provincia de La Pampa, pero eso no implica que él no tenga que arar su tierra subiendo su cuerpo al tractor, manejándolo con sus propias manos y alineando los surcos con su propio golpe de vista en función de un campo que nadie conoce mejor que él. De la misma manera, ningún fabricante de video digital de ningún lugar del mundo, con todos sus multimillonarios laboratorios y sus fabulosos programas, me puede enseñar cómo filtra la luz la atmósfera sobre Buenos Aires y menos aún cómo ese filtrado particular y único rebota contra las texturas y los colores de una arquitectura y un diseño urbano propios de esta ciudad y de ninguna otra.
Pero, además, ese mundo está poblado de palabras convertidas en discurso, con un idioma cada vez más rico en tecnologismos y más pobre en particularidades, expresividades y vivencias humanas cotidianas, reales, concretas, vitales y propias. Cada vez más apela a la saturación de palabras convertidas en códigos, trivializadas por su redundancia y frivolizada por los lugares comunes a que remiten y expresan. Y ni hablar del tiempo fracturado y acelerado artificialmente que se expresa en todo su esplendor en la cultura globalizada del clip, donde los tránsitos y los ciclos vitales se eliden en función de un salto instantáneo de un punto de interés a otro, generando una concepción y una imagen del hombre que tiende a convertirlo en un autómata robotizado.
Este proceso merece y necesita una respuesta, no a través de un discurso articulado alrededor de la palabra como vehículo de la idea sino a través de imágenes directas, cargadas de calidez y poesía; imágenes que lleguen a conmover y emocionar por su carácter de imágenes plenas preñadas de sentimientos y que se conviertan al mismo tiempo un espejo en el que el hombre pueda reconocerse e identificarse. Nuestra idea es que cada vez más en la gente y en nosotros hay una necesidad -la mayoría de las veces inconsciente- de tener la alternativa de una imagen donde vea su propia naturaleza, su propio mundo y se vea a sí misma; necesidad que con sólo un efectivo disparador puede desplegarse en toda su potencialidad. Así, las imágenes de un mundo que se sienta como propio y el propio trabajo humano en contacto con la naturaleza -permanentemente escamoteados en la visión de ese otro mundo globalizado- son sin dudas el mejor punto de partida para crear una conciencia de pertenencia, al tiempo que de protagonismo y una alternativa en la producción de imágenes transformadas en documentales concretos.

Movimiento y política

Ponencia presentada ante la Mesa de Metodología y Políticas

Está claro que el Movimiento de Documentalistas, en su corta pero rica historia, ha demostrado que no es, ni se parece, a un siniestro aparato estalinista. Pero el Movimiento de Documentalistas tampoco es, ni se parece, a una monolítica y autocomplaciente secta de izquierda cuasi troskista. No es que seamos analfabetos políticos, sino simplemente que no queremos reivindicarnos ni partido, ni obrero, ni de masas. No nos consideramos a nosotros mismos como vanguardia ni en el sentido político, ni artístico. No queremos estar adelante de nadie. No nos sentimos mejores que nadie, ni más esclarecidos, ni más concientizados. No queremos encarcelar nuestra lucha de años en la jaula de las sectas, queremos que camine libre en el movimiento y en la acción.

Tampoco creemos que el Movimiento de Documentalistas deba desarrollar su “conciencia de clase”, y menos aún encaminarse a una integración organizada y crítica con “grupos avanzados teórica y prácticamente”. Todo lo contrario. Queremos alejarnos de las capillas y camarillas para caminar gastando suela junto al pueblo movilizado: no tenemos casi nada que enseñarle y sí mucho por aprender. Aquéllos que en este país se dicen los portadores del pensamiento más avanzado se debaten desde hace años en discusiones estériles, se la pasan citando todo el tiempo a los “clásicos” en vez de pensar con su propia cabeza, desprecian toda manifestación artística que no se subordine al programa del “partido” y editan pasquines lamentables por su contenido y por su forma.

Cualquier intento por imponer la idea de unificar concepciones o igualar posiciones ideológicas o políticas va en contra del espíritu que originó el movimiento, en contra de la experiencia de su trabajo y crecimiento y atenta directamente contra sus mejores logros: la pluralidad, la diferencia, la contradicción dinámica interna que lo ha hecho ser lo que es y significar lo que significa.
Es que en el Movimiento de Documentalistas conviven y luchan compañeros de muy diferente origen, formación y trayectoria: peronistas, anarquistas, socialistas de diferentes vertientes y hasta luxemburguistas. También están aquellos que prefieren definirse políticamente como existencialistas o surrealistas. ¿Es un signo de debilidad que no haya en el Movimiento de Documentalistas un pensamiento hegemónico?
Todo lo contrario.
Ese es uno de sus fundamentos y tal vez su mayor fortaleza.
¡Lo grandioso no es que todos pensemos igual, sino que todos pensamos diferente!
¿Quién dice que para que el movimiento crezca hay que ponerse de acuerdo en que la lucha de clases es motor de la historia y la columna del pensamiento? Es decir ¿quién puede afirmar que para moverse en conjunto es necesario atarse a la columna de otro?
Efectivamente dentro del Movimiento hay quienes sostienen que la lucha de clases es el motor de la historia, pero también hay quienes creen que lo es la lucha permanente del individuo contra el estado y hay quienes defienden la idea de que los son pueblos contra los imperios.
Hay quien aboga por un futuro de colectivización de la propiedad, otros con la defensa de la propiedad individual asociada, otros piensan un una propiedad comunitaria y otros directamente reniegan de toda concepto de propiedad. ¿Estamos de acuerdo en estos puntos? Por supuesto que no. ¿Pero en qué manual del perfecto intelectual está escrito que debemos colgar el retrato de Marx en cada debate?
¿Si tenemos referentes? Sí claro. Cada uno tiene el suyo y entre todos compartimos otros. Entre los de cada uno están Eva Perón, Carlos Marx, el Che Guevara, León Trotsky, Bakunin, André Breton, Rosa Luxemburgo, John William Cooke, Jean Paul Sartre, Franz Fanon, Tupac Katari, el subcomandante Marcos. Entre todos compartimos a Raymundo Gleyzer y Rodolfo Walsh. ¿No basta?
El Movimiento de Documentalistas no tiene ni motivaciones ni objetivos trascendentes al propio movimiento. Tanto sus motivaciones como sus objetivos surgen de la interrelación entre las motivaciones y objetivos de sus miembros en relación con el movimiento social. Tampoco existen los “a priori”, fuera de los propios procesos de movilización y crecimiento individual y colectivo. No hay condiciones establecidas, ni juramentos de fidelidad, disciplina o subordinación a comités centrales, o a los cuerpos orgánicos, o a los programas mínimos y máximos, de transición, de Huerta Grande o Lacandona. Tampoco hay imposiciones estéticas o ideológicas.

Sólo algunas pautas metodológicas y de principios. A saber: no imponer las ideas propias a los demás, colaborar con los proyectos y relacionarse en la reciprocidad y la solidaridad con los compañeros. Independencia del poder político y económico y de los aparatos burocráticos políticos, sociales o gremiales. Siempre marchar junto a los explotados, los oprimidos, los discriminados. ¿No alcanza con eso?

Si bien...

Con motivo del lanzamiento de la Revista La Cuadrilla.

Si bien, como hemos sostenido siempre, la movilización es la instancia decisiva del quehacer cultural y comunicacional, no puede obviarse el papel esencial de la reflexión y el análisis crítico en su proceso de producción.
Concretada a partir de nuestra práctica, la construcción teórica y metodológica deviene imprescindible para crecer como trabajadores de la cultura y la comunicación y se constituye en el punto de referencia de la producción y la movilización posterior.
Sobre todo hoy, cuando la crisis social hace tambalear la validez y la eficacia de los lugares comunes y seguros heredados del pasado en toda América Latina.
Todo se mueve.
Baste mencionar al movimiento de los Sin Tierra de Brasil, a los movimientos indígenas y campesinos de Bolivia y Ecuador, el movimiento zapatista de Chiapas, al movimiento popular bolivariano de Venezuela, a los nuevos movimientos campesinos, de trabajadores desocupados y de empresas recuperadas de Argentina.
Todo se mueve.
Y nosotros también.

Revista La Cuadrilla de Cultura y Comunicación
Movimiento de Documentalistas

Cuadrilla:
(sust / fem)
(sinónimos) Caterva, Turba, Tropel, Bandada, Multitud, Concentración,
Montón,
Hato, Tropa, Gavilla, Grupo, Conjunto, Partida, Banda, Brigada, Patrulla
Camada, Parcialidad, Fracción.
(antónimos) Soledad, Aislamiento
(argent) Grupo de trabajadores que realizan en equipo tareas de reparación y construcción en aceras y calles.

El nuevo cine argentino...

...está en otra parte.

Cada tanto aparece la muletilla de un nuevo cine argentino en los grandes medios. Y últimamente ha vuelto a desplegarse. Pero frente al nuevo viejo cine de ficción adocenado y complaciente con ropaje de novedoso y comprometido exhibido en los cines comerciales, disfrazado de cine social, como el de Stagnaro o Trapero, hay otro cine registrado en video y exhibido en las provincias, en los barrios, en las empresas recuperadas, en los emprendimientos productivos y en los movimientos de trabajadores desocupados.
Es que el cine de ficción social es hoy el cine que el sistema de dominación colonial y de sus funcionarios locales promociona y apoya como una manera de ocultar las llagas de miseria que él mismo provoca en nuestra sociedad.
Ese cine trata, por ejemplo, de transformar en héroes a un par de despreciables sujetos de ideología menemista y entre reinas y estafadores nos vende basura envuelta en papel de regalo. Y encima se presenta como un ejemplo de éxito, como si ser el mejor manipulador fuese un objetivo válido de vida.
Es un cine que en el mejor de los casos ha recurrido a temas que supuestamente describen a los sectores marginados. Sin embargo, lo único que ha hecho ha sido confundir a los marginados con los marginales. Estrategia muy inteligente a la hora de separar a la clase media de los trabajadores ocupados y desocupados que luchan y se movilizan; pero nosotros sabemos que los trabajadores no utilizan la pobreza como coartada para robar y matar y no se transforman en represores de la bonaerense para salvar su pellejo miserable.
Frente a toda esta canallesca confusión, una nueva generación de jóvenes realizadores de verdad independientes nos propone otra cosa.
Un cine que no aspira a la marquesina individual o la nota complaciente en la página de espectáculos. Nos propone un cine documental hecho de carne y de sueños.
Hay hoy una enorme y nueva camada de jóvenes documentalistas. Sus miembros, lejos de la frivolidad que rodea al INCAA, tampoco se han convertido en servidores de los aparatos políticos haciendo una bochornosa “contra imagen” y no se han transformado tampoco en provocadores gratuitos al servicio de cualquier servicio.
Ellos no están en el centro de la escena y el gran diario argentino no les dedica una tapa del suplemento de espectáculos como a los usurpadores del falso cine piquetero.
Ellos producen en la periferia y sólo aparecen promocionados en los pequeños periódicos locales, en boletines de trabajadores desocupados, en cuadernillos de micro emprendimientos o cooperativas de base. En todas las provincias, en sus capitales y en las ciudades más importantes, y aún en muchos de sus pueblos, así como en los barrios del gran Buenos Aires, hay grupos de realizadores jóvenes que se expresan mediante la imagen documental, y resisten junto a su gente, honestamente, simplemente, sin alaridos y sin proclamas.
A ellos nos referimos. Ellos son el nuevo cine argentino, mal que les pese a los mercenarios, a los comerciantes y a los burócratas sindicales y políticos.

Los medios estatales en América Latina

Ponencia debatida en el Foro Latinoamericano del Documental y la Comunicación, Buenos Aires 2005.

Tesis:
Los medios estatales en América Latina son herramientas al servicio del poder de turno en el seno del estado capitalista. Hoy están unos, pero mañana pueden estar otros.
Conclusión:
Apostar a su construcción y crecimiento implica necesariamente aportar a fortalecer los mecanismos de dominación comunicacional del estado capitalista sobre el pueblo trabajador. Esto se refleja en pantalla, aunque el discurso declamado fuera de pantalla aparezca como democrático, e incluso alternativo.

Para exponer rápidamente el tema, y haciendo un nada ingenuo reduccionismo, basta con hacernos algunas preguntas sencillas sobre estos medios estatales. Sus respuestas serán reveladoras.
¿Quién es el propietario del medio de producción comunicacional?
Respuesta: El estado capitalista.
¿Quién decide la programación?
Respuesta: Funcionarios a sueldo del estado capitalista (1).
¿Qué participación tiene la comunidad en la línea editorial y la programación?
Respuesta: Ninguna.
La comunidad sólo funciona allí como objeto y consumidor, nunca accede a ser un sujeto productor de contenidos.
Sin embargo, hay quiénes apuestan a participar de los medios estatales desde la "izquierda" para fortalecerse sin tener en cuenta que así en realidad fortalecen al enemigo.
Y lo peor es que en esa dialéctica, y para desarrollar esa política, las dos partes coinciden en los mismos macaneos. Ambos necesitan mistificar el sistema estatal capitalista en los medios con el objeto de legitimarlo. Para los que participan desde la "izquierda" esa legitimación es necesaria a dos puntas: ante sí para mantenerse a salvo de culpas políticas por su capitulación a la maniobra coptadora del estado y ante los independientes para sortear los pruritos ideológicos que pudieran impedir o retacear su voluntaria inclusión en el sistema mediático estatal.
El fondo de la maniobra legitimadora consiste en ocultar deliberadamente que la participación en esos canales, sin cambiar de raíz todo el sistema de propiedad de los medios de producción capitalistas y sin cuestionar de raíz este mecanismo fundamental de control social en beneficio de los explotadores es aportar desde la izquierda a la dialéctica fatal de comunicación-manipulación de la que se sirve el capitalismo desde que aprendió a disfrazarse de "progresista".
Es una realidad incontestable que todo proyecto de aportar al sistema comunicacional del estado capitalista para "ocuparlo" desde adentro implica en última instancia y necesariamente -independientemente del discurso que lo sostenga- el no cuestionamiento de sus fundamentos de clase. A pesar de la muy conveniente coartada gramsciana.
Este tipo de participación en la comunicación le facilita en definitiva al sistema el maquillaje progresista que aporta inevitablemente al sostenimiento de las condiciones de explotación y de opresión de la conciencia histórica, social y política del pueblo.
Una conclusión apresurada, sin embargo, podría ser que no debemos participar como documentalistas de la problemática comunicacional. Pero no es esto lo que proponemos. Nuestra idea, cuyos principios metodológicos son los mismos que expusimos para la participación de los documentalistas junto a los movimientos sociales en "El reto de los Documentalistas" (2), es que podemos y debemos participar, pero desde una perspectiva liberadora.
¿Cómo? Utilizando el documental como herramienta de resistencia de los movimientos sociales frente a la comunicación discriminatoria del sistema. Facilitando el acceso de los protagonistas sociales a documentales que ayuden a la autogestión informativa. Aportando material documental a las cátedras libres, centros de estudiantes, sindicatos y medios independientes que decidan luchar por una comunicación para la liberación.
Generando nuevas formas de comunicación. Creando medios como La Tribu, las radios del Mocase, Catia TV o TV Libre de La Matanza. Obteniendo recursos de las organizaciones sociales o arrancándoselos a los funcionarios para producir junto a los trabajadores y el pueblo y no para los medios del sistema que ayudan a dominarlos y explotarlos.
Claro, un proyecto así no ofrece grandes réditos inmediatos para el aparato político. Tampoco ofrece prestigio académico, publicaciones, cátedras y contratos universitarios.
Pero es una apuesta a una comunicación para la liberación.
¿No alcanza?

(1) Vale aclarar que no nos estamos refiriendo a los trabajadores que dependen de un salario. Ellos son los primeros explotados por el estado capitalista en los medios. Así, toda referencia a los medios estatales debe implicar en primer lugar, y sin excusa "táctica" alguna, la denuncia de la explotación que sufren sus trabajadores.
(2) "El reto de los Documentalistas" ensayo de Miguel Mirra premiado en el Concurso Pensar a Contracorriente organizado por el Ministerio de
Cultura de Cuba, el Instituto Cubano del Libro y su Editorial Ciencias Sociales.

La televisión piquetera

Ponencia presentada a la Mesa de metodología y políticas del Movimiento de Documentalistas

La television “piquetera” ha hecho su aparición. Nefasta aparición por su metodologia y práctica de un populismo foquista comunicacional, enemigo frontal de la autoorganización y movilización de los nuevos movimientos sociales en el terreno de la comunicación.
Cualquiera que pretenda seriamente realizar una caracterización seria de la televisión piquetera tiene que hacerse algunas preguntas, y contestárselas sin especulaciones de secta o aparato.
La primera pregunta nos conducirá a descubrir el populismo, modelo reiterado si lo hay en la política tradicional:
¿De quién es el trasmisor con que se realizan las emisiones?
Parece una cuestión secundaria, pero no lo es en absoluto: es fundamental. Si el trasmisor no pertenece al movimiento de trabajadores donde la televisión piquetera desarrolla sus “acciones”, sino que es propiedad de alguien ajeno al barrio, estamos en un típico caso de paternalismo populista: el grupo supuestamente sujeto emisor de la comunicación no es dueño de los medios de producción comunicacional y depende de un “buen patrón” que se lo preste, y no es novedad que la libertad de expresión tiene como condición de posibilidad la propiedad del medio de comunicación imprescindible para concretarla y para sacarla del mero enunciado democrático burgués. Y que nadie argumente que en los casos conocidos el “prestador” no es un patrón, porque lo que importa no es su aspecto, sino el rol que cumple.
Algunas otras preguntas más nos conducirán a descubrir el aventurerismo foquista, modelo anacrónico si lo hay para esta etapa:
¿La televisión “piquetera” es capaz de sostener el proceso comunicacional en el tiempo o se limita a esporádicas emisiones propagandísticas?
¿Las emisiones son acciones de “propaganda comunicacional” al estilo de la propaganda armada o son parte de una activa movilización popular en la comunicación?.
¿Las emisiones son “acciones ejemplificadoras” de una vanguardia o el producto de un proceso de organización popular autosuficiente y autogestionada?.
Las respuestas son obvias.
El Movimiento de Documentalistas no puede participar ni directa ni indirectamente de tal propuesta. Y no solamente tenemos que negarnos a participar, sino que debemos desenmascarar dicha práctica entre los compañeros del movimiento social.
Al mismo tiempo, y esto es fundamental, debemos apartarnos de los grupos que cedan a la tentación de hacerle seguidismo a esta práctica populista, aventurera y foquista, totalmente ajena a las formas de auto organización y movilización de los nuevos movimientos sociales.
Por supuesto, como siempre ha sido, no llevaremos a adelante ninguna discusión con estos grupos ya que nunca en ninguna circunstancia el Movimiento de Documentalistas le dice a nadie lo que tiene o no tiene que hacer. Respetamos las elecciones de los demás y nos reservamos el derecho de realizar las nuestras.

Para concluir, trascribimos algunos párrafos tomados de otro documento referido al agitado tema de la contrainformación.

“Pero la propuesta de controlar los procesos comunicacionales de los trabajadores, de los sectores populares y de los nuevos movimientos sociales apareció una y otra vez disfrazada con diferentes nombres, formatos y soportes conservando su esencia usurpadora y manipuladora de la producción de información en nombre de los verdaderos protagonistas de los procesos de movilización social. Por ejemplo, los noticieros obreros, aún a pesar se sus estrepitosos fracasos, así como el novedoso engendro paternalista y foquista de la televisión “piquetera”...

...Es que la contra información como práctica comunicacional en la actual etapa, ya sea por la vía de noticieros obreros, por la de videos propagandísticos, o por la de la televisión “piquetera”, es una variante de la pequeño burguesía intelectual desesperada que da manotazos de ahogado para no perder el protagonismo que detentó en el terreno de la comunicación “progresista”. El secreto es “inventar” mecanismos de comunicación que pueda controlar y ofrecerlos como la panacea en los barrios para no quedar subordinada a los procesos comunicacionales que desarrollan los nuevos movimientos sociales de manera independiente y autogestiva.

El Movimiento de Documentalistas nunca tratará de usurpar el protagonismo a los trabajadores ocupados y desocupados en el terreno de la comunicación y de la producción documental. Nuestro mejor rol debe ser el de construir juntos las herramientas para que puedan producir su propia imagen y sus propios mensajes sin depender de grupos o medios ajenos, incluídos nosotros mismos....”

Canal 21 - TVLibre

Propuesta para la creación de una Televisora Comunitaria de La Matanza

El discurso mediático del gobierno de las multinacionales ha calado hondo en la clase media progresista de nuestro país, pero también en la de otros países latinoamericanos. Al mismo tiempo, los nuevos movimientos sociales quedan desarmados frente al embate de los canales de alcance masivo con propaganda oficial y les es muy difícil contrarrestar, aunque más no sea en su entorno territorial, el mensaje desmovilizador de los medios. Esto amerita, desde mi punto de vista, una urgente y audaz política de alcance local e internacional basada en la creación de canales comunitarios a desarrollar en el seno de los nuevos movimientos sociales.

Los objetivos propuestos son múltiples:

En primer lugar, movilizar a las bases de los movimientos sociales y sus aliados alrededor de la construcción de sus canales de televisión comunitarios; en segundo lugar, generar herramientas de guerrilla comunicacional para desarticular el discurso hegemónico del gobierno y los medios masivos de comunicación; y en tercer lugar, difundir la situación y las luchas del pueblo argentino a nivel internacional a través de la inserción de esos canales en la red mundial de medios comunitarios.
La experiencia venezolana en este sentido es instructiva.
Para inaugurar un canal comunitario sólo se requiere de un acuerdo con un sector de la comunidad y de la voluntad política para llevarlo adelante. No hace falta una compleja tecnología, ni un equipo de expertos en medios, ni siquiera un trasmisor. Alcanza con que un grupo de la comunidad asuma el compromiso, se conforme un equipo de coordinación y se inicien los talleres de capacitación y producción. Con estos requisitos imprescindibles, sumados a un nombre, un logo y un sitio en Internet, puede dejarse inugurado el canal comunitario y darle trascendencia nacional e internacional.

A partir de este lanzamiento, y de la existencia de un canal en acto y no en proyecto, es que se podrá iniciar una etapa de acumulación de conocimientos, equipamiento e inserción territorial. Así, con un trabajo persistente anclado en en talleres de producción de programas de televisión en el seno de la comunidad el canal va tomado forma y envergadura social.
La difusión de programas grabados o en directo emitidos en televisores o pantallas conectadas a un centro de emisión de circuito cerrado, actividad no vedada por la ley de radiodifusión vigente, permitirá sumar experiencia por retroalimentación a partir del contacto y la participación de sectores cada vez más amplios de la comunidad.
Asimismo, a partir de esta actividad televisiva, modesta pero real, se podrá lanzar una campana de recolección de colaboraciones y apoyos de organizaciones y redes nacionales e internacionales a fin de posibilitar la ampliación del radio y el carácter de las emisiones. Al mismo tiempo, se podrá comenzar a delinear la estrategia jurídica a seguir en pos de la legalización, si ella es posible, o de establecer las bases para generar una señal televisiva de aire al margen de las normas establecidas por el ente regulador de la radiodifusión amparándose en el derecho constitucional a la libre expresión.
El Movimiento de Documentalistas está en condiciones, a partir de la experiencia de los Talleres Documentales de Base, de actuar en este campo con un mínimo suficiente de conocimientos, responsabilidad y audacia.
Por todo esto, estoy convencido que el Movimiento de Documentalistas puede, y debe, proponer sin más dilaciones la realización de una experiencia piloto con esta orientación a un movimiento de trabajadores desocupados.

En definitiva, si las condiciones objetivas y subjetivas contradicen nuestra caracterización y no se puede desarrollar este proyecto hasta el final, quedará la experiencia registrada para un futuro en que las condiciones estén maduras.

Al menos es seguro que no habremos trabajado para el enemigo.

Caracas, 20 de Abril de 2004

A propósito de...

... “El cine de la herida y la barbarie”

por Miguel Mirra

En el artículo “El cine de la herida y la barbarie”, de Ana Amado, publicado en la revista "leZama", la autora comienza realizando un muestreo de varios documentales exhibidos comercialmente en este año y llega a la correcta conclusión que tienen elementos en común. A partir de esta observación parcial, ya que como dijimos, el muestreo se redujo a los documentales exhibidos comercialmente, expone una conclusión general, afirmando que "Desde relatos sobre los huecos indecibles de la identidad o la revisión memoriosa del pasado, a las maniobras asesinas o violentamente exclusoras de los poderes, pasando por los retratos o autorretratos dedicados a seguir el trayecto de creadores y artistas, los films documentales empiezan a contar, melancólicamente desde una herida" .

Un momento, un momento. ¿No será que la autora ha confundido todo: realizadores independientes, exhibidores no comerciales y exhibidores comerciales? La pregunta es pertinente porque, aunque Ana Amado tal vez lo ignore, ese muestreo a que recurre, tal vez ingenuamente, no llega a ser ni una minúscula parte de los documentales realizados y exhibidos en distintos ámbitos en los últimos tiempos. Y es sólo una pequeña parte de los documentales en condiciones de calidad técnica como para ser exhibidos en salas comerciales que no han podido acceder a esa instancia. ¿Por qué excelentes documentales como Piqueteras, Las Palmas Chaco o Laburantes, entre muchos otros, que no parten de la herida sino de la resistencia, la movilización y la apuesta por el cambio social, no acceden a la exhibición comercial?
¿No será que los documentales que llegan a la exhibición comercial son sólo los que cuentan "melancólicamante desde una herida"?. ¿No será que el sistema comercial, integrante pleno del poder económico y político, filtra automáticamente lo que exhibe y no permite que lleguen otro tipo de documentales? ¿No será que a ese poder le viene bien que se exhiban sólo documentales que "cuenten melancólicamente desde una herida"?
Más adelante, la autora se dedica a analizar la programación del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires de 2004 y descubre que "la tendencia reciente es, sin embargo, de índole más política que social (...) dirigidos abiertamente a la revisión de la militancia de los setenta a cargo de los sobrevivientes...".
Y otra vez vuelve a cometer un grave error, por ingenuidad o desconocimiento. ¿Sabe la autora cómo y quién realiza la selección de los documentales que se exhiben en ese festival. La tendencia de que habla, ¿es la del conjunto de la producción documental nacional o sólo la de los que seleccionan los documentales que participarán de ese festival?
¿Sabe la autora que en el Festival Nacional de Cine y Video Documental de 2003 se presentaron ciento treinta documentales y en el de este año ya se llevan recibidos cerca de cien? ¿Tiene idea la autora de qué tratan esos documentales y cuál es la tendencia que marcan?
¿No será que al poder económico y político le sienta bien que se hable desde lo político del pasado y no desde los social y político del presente, porque incluye a los que se movilizan en las calles, en la fábricas y en los barrios de la mano de nuevos movimientos sociales? ¿No será que el poder se cuida muy bien de exhibir en los ámbitos que controla documentales que cuestionan su legitimidad?
¿No será que de ese poder son integrantes plenos el sistema comercial de exhibición y el festival organizado y financiado por el estado capitalino?
¿No será que "el rostro y la sangre" del pasado no les inquietan en absoluto, pero el rostro y la sangre del presente los pone en guardia y entonces... censuran?
De más están los devaneos en que la autora se desliza luego para no poner negro sobre blanco su posición frente a la cuestión formal que ella misma plantea, pero ese es otro problema. En definitiva, nos parece que para generalizar observaciones como las que propone la autora, el conocimiento de la producción documental debería ser más extenso y profundo y las conclusiones a las que arribe tendrían que ser menos ingenuas y superficiales.

Al menos, es lo que pretendemos los documentalistas.