A propósito de...

... “El cine de la herida y la barbarie”

por Miguel Mirra

En el artículo “El cine de la herida y la barbarie”, de Ana Amado, publicado en la revista "leZama", la autora comienza realizando un muestreo de varios documentales exhibidos comercialmente en este año y llega a la correcta conclusión que tienen elementos en común. A partir de esta observación parcial, ya que como dijimos, el muestreo se redujo a los documentales exhibidos comercialmente, expone una conclusión general, afirmando que "Desde relatos sobre los huecos indecibles de la identidad o la revisión memoriosa del pasado, a las maniobras asesinas o violentamente exclusoras de los poderes, pasando por los retratos o autorretratos dedicados a seguir el trayecto de creadores y artistas, los films documentales empiezan a contar, melancólicamente desde una herida" .

Un momento, un momento. ¿No será que la autora ha confundido todo: realizadores independientes, exhibidores no comerciales y exhibidores comerciales? La pregunta es pertinente porque, aunque Ana Amado tal vez lo ignore, ese muestreo a que recurre, tal vez ingenuamente, no llega a ser ni una minúscula parte de los documentales realizados y exhibidos en distintos ámbitos en los últimos tiempos. Y es sólo una pequeña parte de los documentales en condiciones de calidad técnica como para ser exhibidos en salas comerciales que no han podido acceder a esa instancia. ¿Por qué excelentes documentales como Piqueteras, Las Palmas Chaco o Laburantes, entre muchos otros, que no parten de la herida sino de la resistencia, la movilización y la apuesta por el cambio social, no acceden a la exhibición comercial?
¿No será que los documentales que llegan a la exhibición comercial son sólo los que cuentan "melancólicamante desde una herida"?. ¿No será que el sistema comercial, integrante pleno del poder económico y político, filtra automáticamente lo que exhibe y no permite que lleguen otro tipo de documentales? ¿No será que a ese poder le viene bien que se exhiban sólo documentales que "cuenten melancólicamente desde una herida"?
Más adelante, la autora se dedica a analizar la programación del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires de 2004 y descubre que "la tendencia reciente es, sin embargo, de índole más política que social (...) dirigidos abiertamente a la revisión de la militancia de los setenta a cargo de los sobrevivientes...".
Y otra vez vuelve a cometer un grave error, por ingenuidad o desconocimiento. ¿Sabe la autora cómo y quién realiza la selección de los documentales que se exhiben en ese festival. La tendencia de que habla, ¿es la del conjunto de la producción documental nacional o sólo la de los que seleccionan los documentales que participarán de ese festival?
¿Sabe la autora que en el Festival Nacional de Cine y Video Documental de 2003 se presentaron ciento treinta documentales y en el de este año ya se llevan recibidos cerca de cien? ¿Tiene idea la autora de qué tratan esos documentales y cuál es la tendencia que marcan?
¿No será que al poder económico y político le sienta bien que se hable desde lo político del pasado y no desde los social y político del presente, porque incluye a los que se movilizan en las calles, en la fábricas y en los barrios de la mano de nuevos movimientos sociales? ¿No será que el poder se cuida muy bien de exhibir en los ámbitos que controla documentales que cuestionan su legitimidad?
¿No será que de ese poder son integrantes plenos el sistema comercial de exhibición y el festival organizado y financiado por el estado capitalino?
¿No será que "el rostro y la sangre" del pasado no les inquietan en absoluto, pero el rostro y la sangre del presente los pone en guardia y entonces... censuran?
De más están los devaneos en que la autora se desliza luego para no poner negro sobre blanco su posición frente a la cuestión formal que ella misma plantea, pero ese es otro problema. En definitiva, nos parece que para generalizar observaciones como las que propone la autora, el conocimiento de la producción documental debería ser más extenso y profundo y las conclusiones a las que arribe tendrían que ser menos ingenuas y superficiales.

Al menos, es lo que pretendemos los documentalistas.