Movimiento y política

Ponencia presentada ante la Mesa de Metodología y Políticas

Está claro que el Movimiento de Documentalistas, en su corta pero rica historia, ha demostrado que no es, ni se parece, a un siniestro aparato estalinista. Pero el Movimiento de Documentalistas tampoco es, ni se parece, a una monolítica y autocomplaciente secta de izquierda cuasi troskista. No es que seamos analfabetos políticos, sino simplemente que no queremos reivindicarnos ni partido, ni obrero, ni de masas. No nos consideramos a nosotros mismos como vanguardia ni en el sentido político, ni artístico. No queremos estar adelante de nadie. No nos sentimos mejores que nadie, ni más esclarecidos, ni más concientizados. No queremos encarcelar nuestra lucha de años en la jaula de las sectas, queremos que camine libre en el movimiento y en la acción.

Tampoco creemos que el Movimiento de Documentalistas deba desarrollar su “conciencia de clase”, y menos aún encaminarse a una integración organizada y crítica con “grupos avanzados teórica y prácticamente”. Todo lo contrario. Queremos alejarnos de las capillas y camarillas para caminar gastando suela junto al pueblo movilizado: no tenemos casi nada que enseñarle y sí mucho por aprender. Aquéllos que en este país se dicen los portadores del pensamiento más avanzado se debaten desde hace años en discusiones estériles, se la pasan citando todo el tiempo a los “clásicos” en vez de pensar con su propia cabeza, desprecian toda manifestación artística que no se subordine al programa del “partido” y editan pasquines lamentables por su contenido y por su forma.

Cualquier intento por imponer la idea de unificar concepciones o igualar posiciones ideológicas o políticas va en contra del espíritu que originó el movimiento, en contra de la experiencia de su trabajo y crecimiento y atenta directamente contra sus mejores logros: la pluralidad, la diferencia, la contradicción dinámica interna que lo ha hecho ser lo que es y significar lo que significa.
Es que en el Movimiento de Documentalistas conviven y luchan compañeros de muy diferente origen, formación y trayectoria: peronistas, anarquistas, socialistas de diferentes vertientes y hasta luxemburguistas. También están aquellos que prefieren definirse políticamente como existencialistas o surrealistas. ¿Es un signo de debilidad que no haya en el Movimiento de Documentalistas un pensamiento hegemónico?
Todo lo contrario.
Ese es uno de sus fundamentos y tal vez su mayor fortaleza.
¡Lo grandioso no es que todos pensemos igual, sino que todos pensamos diferente!
¿Quién dice que para que el movimiento crezca hay que ponerse de acuerdo en que la lucha de clases es motor de la historia y la columna del pensamiento? Es decir ¿quién puede afirmar que para moverse en conjunto es necesario atarse a la columna de otro?
Efectivamente dentro del Movimiento hay quienes sostienen que la lucha de clases es el motor de la historia, pero también hay quienes creen que lo es la lucha permanente del individuo contra el estado y hay quienes defienden la idea de que los son pueblos contra los imperios.
Hay quien aboga por un futuro de colectivización de la propiedad, otros con la defensa de la propiedad individual asociada, otros piensan un una propiedad comunitaria y otros directamente reniegan de toda concepto de propiedad. ¿Estamos de acuerdo en estos puntos? Por supuesto que no. ¿Pero en qué manual del perfecto intelectual está escrito que debemos colgar el retrato de Marx en cada debate?
¿Si tenemos referentes? Sí claro. Cada uno tiene el suyo y entre todos compartimos otros. Entre los de cada uno están Eva Perón, Carlos Marx, el Che Guevara, León Trotsky, Bakunin, André Breton, Rosa Luxemburgo, John William Cooke, Jean Paul Sartre, Franz Fanon, Tupac Katari, el subcomandante Marcos. Entre todos compartimos a Raymundo Gleyzer y Rodolfo Walsh. ¿No basta?
El Movimiento de Documentalistas no tiene ni motivaciones ni objetivos trascendentes al propio movimiento. Tanto sus motivaciones como sus objetivos surgen de la interrelación entre las motivaciones y objetivos de sus miembros en relación con el movimiento social. Tampoco existen los “a priori”, fuera de los propios procesos de movilización y crecimiento individual y colectivo. No hay condiciones establecidas, ni juramentos de fidelidad, disciplina o subordinación a comités centrales, o a los cuerpos orgánicos, o a los programas mínimos y máximos, de transición, de Huerta Grande o Lacandona. Tampoco hay imposiciones estéticas o ideológicas.

Sólo algunas pautas metodológicas y de principios. A saber: no imponer las ideas propias a los demás, colaborar con los proyectos y relacionarse en la reciprocidad y la solidaridad con los compañeros. Independencia del poder político y económico y de los aparatos burocráticos políticos, sociales o gremiales. Siempre marchar junto a los explotados, los oprimidos, los discriminados. ¿No alcanza con eso?